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Carta a la homofobia

Carta a la homofobia

Carta a la homofobia

Pon mucha atención a esta Carta dirigida a la homofobia y a sus practicantes

A ti, mi acompañante de toda la vida. Te escribo ahora que soy libre:

Gracias porque desde el inicio de mi vida…

…me encasillaste en un género y me asignaste el rosa o el azul para poder desarrollar mi identidad. Gracias a mi vagina me obligaste a jugar con muñecas, me educaste para ser una buena madre y me hiciste creer que ese es mi objetivo de vida.

Gracias por vestirme de azul…

…por no dejarme llorar y mostrarme que la agresión es parte de mi naturaleza. Gracias por la discriminación que sentía cada vez que iba a la escuela. Por todas las veces que me llamaron joto sólo porque no me gustaba jugar futbol y también por todas aquellas que me calificaron de machorra por el simple hecho de no usar una falda.

Gracias por la represión…

…que mis padres le dieron a mi sexualidad y convencerlos para que me llevaran a “terapias correctivas” y retiros espirituales; a exorcismos y tratamientos de choque para “quitarme” lo homosexual. Gracias por violarme para que desapareciera mi lesbianismo y obligarme a casar con alguien con quien nunca quise.

Gracias por despedirme de mi trabajo por ser gay.

Gracias por insultarme en la calle y rebajarme con palabras como vestida y maricón. Por estigmatizarme y decirme “sidoso”.

Gracias por hacerme creer que mi transexualidad es una enfermedad mental, limitar mis oportunidades profesionales y no dejarme usar los baños públicos porque mi apariencia no coincide con mis genitales.

Gracias por promover el odio en los púlpitos y rezar en cada misa para salvar mi alma del infierno. Por prender la hoguera de la infamia y la ignorancia. Gracias por tus marchas para evitar que me case y pensar que mis derechos son privilegios.

Gracias por ayudarme a condenar a mis semejantes y a los miembros de mi comunidad. Me enseñaste a segregar por ser gay y adulto mayor; por ser lesbiana e indígena; por ser trans y discapacitada.

Gracias por torturarme, arrojarme de edificios públicos, encerrarme en las cárceles y alejarme de mi familia. Gracias por hacerme sentir culpable de quien soy, quitarme valor y sufrir en silencio. Gracias por los golpes que me diste y las puñaladas que atravesaron mis paredes; por el dolor que causaste a mis seres queridos; y confinar el amor y mi nombre al olvido. Gracias por matarme.

Y por eso te escribo, para cada vez que leas esto, te acuerdes que hay muchos más como yo.

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