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Opinión: Se acabó el mes del orgullo. ¿Y ahora qué?

Opinión: Se acabó el mes del orgullo. ¿Y ahora qué?

Opinión: Se acabó el mes del orgullo. ¿Y ahora qué?

Opinión de Lucas Gutiérrez

Lucas ‘Fauno’ Gutiérrez es periodista y activista LGBT+ y VIH+. Editor de audiencias en Agencia Presentes y columnista en radio FutuRock.

“Maricón”. Esa es la última palabra que, según testigos, escuchó Samuel Luiz, un joven gay de 24 años, en La Coruña antes de ser asesinado a golpes la noche del sábado 3 de julio. Los medios que bañaron su logo de arcoíris por junio, primero negaron el crimen de odio: “Muere joven tras recibir paliza”, escribían. Samuel no murió, lo mataron.

Cada mes de junio, alrededor del mundo se celebra el mes del orgullo. Para muchos países, esto significa organización de marchas, y tanto marcas como Estados se llenan de arcoíris para celebrar. Sin embargo, las agresiones hacia las personas LGBT+ persisten: Alemania, por ejemplo, vio un aumento de 36% en sus crímenes de odio hacia este grupo, mientras que España pasó de tener 169 denuncias por agresión en 2016 a 278 en 2019. Y en América Latina, de acuerdo con la organización Sin Violencia LGBTI, desde 2014 han sido asesinadas 3,500 personas LGBT+ en solo nueve países de la región.

Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la comunidad de Madrid, también negó la homofobia del ataque a Samuel. Habló de “el chico de Galicia”, ni siquiera se animó a decir su nombre. Esta es la misma Díaz Ayuso que se negó a izar la bandera LGBT+ el día de la Lucha Contra la Homofobia pero que mientras estaba en campaña paseó por Chueca, el barrio gay madrileño, y se tomó la cantidad de fotos en modo aliada que hicieran falta.

En este panorama urge preguntarnos si además de celebrarnos y marchar, la sociedad se compromete con la diversidad sexual más allá de junio. Duele ver cómo pasa este mes y nuestra insignia multicolor es usada por personas, marcas y medios que, cuando nos matan, nos niegan. No los necesitamos una vez al año exhibiendo los gestos que, sabemos, les darán likes y votos; necesitamos el compromiso para con nuestros derechos.

El acto de querer lavar sus culpas con nuestras banderas se llama “rainbow-washing”. Claro ejemplo de esto son las empresas que rediseñan sus logos para el PRIDE (orgullo) pero luego son aportantes de campaña de políticos que promueven leyes anti-LGBT. Cuando el odio precipita estas estrategias de marketing se destiñen para mostrar quienes realmente son.

Violencia es que nos maten, pero también que nos usen. El primer día del mes del orgullo en Chile, el presidente Sebastián Piñera, en su discurso frente al Congreso, dijo que la hora del matrimonio igualitario había llegado. Lo dijo el presidente de un país que desde 2017 tiene este proyecto durmiendo en el Parlamento. En ese momento las organizaciones LGBT+ celebraron pero no sin críticas al cabecilla de un Estado responsable de los estallidos sociales y el histórico abandono al colectivo.

Es que los derechos son deudas históricas. Llegan a boca de dirigentes luego de años de activismos, de cientas de veces de ser ignorados, después que nuestras muertes y vulneraciones evidencien las necesidades. Las leyes se escriben como apuesta al presente y futuro pero con el peso de haberle faltado a muchas, muchos y muches en el pasado.

En Argentina, la Ley de Identidad de Género cumplió en 2021 nueve años. Sin embargo a fines de 2020, sobre 152 crímenes de odio contra personas LGBT+, 127 fueron contra personas trans, y su promedio de vida sigue siendo de 35 a 42 años. Tenemos leyes pero los cambios son lentos comparados con el odio. La exclusión por parte del sistema también lleva a la muerte. No poder asistir a un hospital por saber que seremos víctimas de discriminación, no terminar estudios porque las instituciones no son espacios seguros para nuestra identidad. Todo esto nos expone y pone en riesgo nuestras existencias.

Desde hace más de cuatro meses en Argentina buscamos a Tehuel de la Torre, un joven trans que salió a buscar trabajo. Tenía una entrevista de empleo no formal y desde ese 11 de marzo no sabemos nada de él. El último 24 de junio, durante la aprobación de la Ley de Cupo e Inclusión Laboral Travesti Trans “Diana Sacayán – Lohana Berkins”, el nombre de Tehuel se hizo presente en el Congreso de la Nación. Él estaba buscando empleo en un contexto que expulsa al colectivo, y esta Ley que lleva años de lucha viene a responder esta situación. Seguimos buscando a Tehuel.

“En una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política”, dijo el activista argentino Carlos Jáuregui. Yo tardé varios años en comprender y salir de mis clósets, y tardé un par más en entender porqué era tan importante marchar; por qué era tan importante mi bandera. Las calles de mi ciudad totalmente tomadas por la fiesta de los derechos LGBT+ es un mensaje a toda la sociedad. Grita amor, acompañamiento, visibilidad y respeto.

Cada año cuando pase junio y la última carroza ya haya marchado, cuando las banderas de colores en los mástiles de algún municipio “friendly” se hayan percudido y perdido sus colores, las personas LGBT+ seguiremos existiendo. Cuando a ninguna marca le sirvan nuestros besos en sus comerciales, nos seguiremos besando para celebrarnos. Mientras las familias biológicas nos sigan expulsando, seguiremos armando nuestras propias trincheras de amor. Sea el día del año que sea: seguiremos reclamando los derechos que nos corresponden. 365 días exigiremos justicia. Nuestro orgullo es acción todo el año.

Fuente: Washington Post

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